In today's era, simulation has intricately woven itself into our lives—not only in the technological realm, where algorithms create virtual worlds nearly indistinguishable from everyday reality but also in the sphere of social behavior. Social media, in particular, has given rise to a simulation of perfect lives, where some sacrifice stability, and others jeopardize their future to emulate an unattainable ideal modeled on their mobile devices.
However, beyond these manifestations, I want to draw attention to a more serious form of simulation: the democratic simulation perpetrated by dictatorships and tyrannies worldwide. Why, if you feel no remorse for torturing and subjugating your population, imposing arbitrary laws, and undermining the separation of powers, do you self-proclaim as a democratic president instead of assuming a title more fitting to your authoritarian actions?
This simulation is not exclusive to dictatorial regimes; it is also observed in Western countries. We recall the assertive actions of leaders like Macron in France or Trudeau in Canada, criminalizing those who oppose mandatory vaccination. Meanwhile, they present themselves as champions of freedom, creating an evident dissonance between rhetoric and reality.
In Latin American dictatorships like Cuba, Nicaragua, and Venezuela, the democratic simulation reaches new heights. Although they organize periodic elections, these are mere pantomimes, as no citizen has the opportunity to participate in a truly free, fair, and transparent election. Political participation is conditioned on regime approval, and those who dare to run for office face persecution, arrest, and even violence.
So, what is the reason behind this democratic facade? Why do leaders like Maduro participate in elections when they have shown disdain for the will of the people? Perhaps it's a strategy to maintain an appearance of legitimacy or, as I suggest, a manifestation of ego—a need to flaunt democratic titles while acting as dictators.
In a global context, it is concerning to witness concessions by the U.S. administration toward these dictatorships, simulating a transition to democracy without any real evidence of democratization. As a Venezuelan, it is our duty to confront reality and denounce those who, aware of the falsehood of this simulation, allow tyrannies to present themselves as examples of democracy. Lies in the political realm weaken the foundations of any society and hinder any projection of an authentic future.
Julio César Rivas
@JULIOCESARRIVAS
martes, 30 de enero de 2024
Simulación
En la era actual, la simulación se ha entrelazado de manera intrincada en nuestras vidas, no solo a nivel tecnológico, donde algoritmos crean mundos virtuales casi indistinguibles de la realidad cotidiana, sino también en el ámbito de la conducta social. Las redes sociales, en particular, han dado paso a una simulación de vidas perfectas, donde algunos sacrifican la estabilidad y otros condenan su futuro para emular un ideal inalcanzable modelado en sus dispositivos móviles.
Sin embargo, más allá de estas manifestaciones, quiero dirigir la atención hacia una forma más grave de simulación: la simulación democrática perpetrada por dictaduras y tiranías en todo el mundo. ¿Por qué, si no sientes remordimiento por torturar y someter a tu población, imponer leyes arbitrarias y socavar la independencia de los poderes, te autodenominas presidente democrático en lugar de asumir un título más acorde con tus acciones autoritarias?
Esta simulación no es exclusiva de regímenes dictatoriales; también se observa en países occidentales. Recordamos las acciones enérgicas de líderes como Macron en Francia o Trudeau en Canadá, criminalizando a aquellos que se oponen a la vacunación obligatoria. Mientras tanto, se presentan como defensores de la libertad, creando una discordancia evidente entre la retórica y la realidad.
En las dictaduras latinoamericanas como Cuba, Nicaragua y Venezuela, la simulación democrática alcanza nuevas alturas. Aunque organizan elecciones periódicas, estas son meras pantomimas, ya que ningún ciudadano tiene la oportunidad de participar en una elección realmente libre, justa y transparente. La participación política está condicionada a la aprobación del régimen, y aquellos que se atreven a postularse enfrentan persecución, detención e incluso violencia.
Entonces, ¿cuál es la razón detrás de esta fachada democrática? ¿Por qué líderes como Maduro participan en elecciones cuando han demostrado desprecio por la voluntad del pueblo? Quizás es una estrategia para mantener una apariencia de legitimidad o, como sugiero, una manifestación del ego, una necesidad de ostentar títulos democráticos mientras actúan como dictadores.
En un contexto global, es preocupante ver concesiones por parte de la administración estadounidense hacia estas dictaduras, simulando una transición hacia la democracia sin evidencia real de democratización. Como venezolano, es nuestro deber confrontar la realidad y denunciar a aquellos que, conscientes de la falsedad de esta simulación, permiten que las tiranías se presenten como ejemplos de democracia. La mentira en el ámbito político debilita los cimientos de cualquier sociedad y obstaculiza cualquier proyección de un futuro auténtico.
Julio César Rivas
@JULIOCESARRIVAS
Sin embargo, más allá de estas manifestaciones, quiero dirigir la atención hacia una forma más grave de simulación: la simulación democrática perpetrada por dictaduras y tiranías en todo el mundo. ¿Por qué, si no sientes remordimiento por torturar y someter a tu población, imponer leyes arbitrarias y socavar la independencia de los poderes, te autodenominas presidente democrático en lugar de asumir un título más acorde con tus acciones autoritarias?
Esta simulación no es exclusiva de regímenes dictatoriales; también se observa en países occidentales. Recordamos las acciones enérgicas de líderes como Macron en Francia o Trudeau en Canadá, criminalizando a aquellos que se oponen a la vacunación obligatoria. Mientras tanto, se presentan como defensores de la libertad, creando una discordancia evidente entre la retórica y la realidad.
En las dictaduras latinoamericanas como Cuba, Nicaragua y Venezuela, la simulación democrática alcanza nuevas alturas. Aunque organizan elecciones periódicas, estas son meras pantomimas, ya que ningún ciudadano tiene la oportunidad de participar en una elección realmente libre, justa y transparente. La participación política está condicionada a la aprobación del régimen, y aquellos que se atreven a postularse enfrentan persecución, detención e incluso violencia.
Entonces, ¿cuál es la razón detrás de esta fachada democrática? ¿Por qué líderes como Maduro participan en elecciones cuando han demostrado desprecio por la voluntad del pueblo? Quizás es una estrategia para mantener una apariencia de legitimidad o, como sugiero, una manifestación del ego, una necesidad de ostentar títulos democráticos mientras actúan como dictadores.
En un contexto global, es preocupante ver concesiones por parte de la administración estadounidense hacia estas dictaduras, simulando una transición hacia la democracia sin evidencia real de democratización. Como venezolano, es nuestro deber confrontar la realidad y denunciar a aquellos que, conscientes de la falsedad de esta simulación, permiten que las tiranías se presenten como ejemplos de democracia. La mentira en el ámbito político debilita los cimientos de cualquier sociedad y obstaculiza cualquier proyección de un futuro auténtico.
Julio César Rivas
@JULIOCESARRIVAS
lunes, 1 de enero de 2024
Paisaje Geopolítico del 2024
El inicio del 2024 presencia dos conflictos de envergadura: la invasión Rusa en Ucrania y la Guerra de Israel contra el terrorismo en Gaza. Estos conflictos, uno afectando a Europa y el otro a Oriente Medio, plantean implicaciones regionales y globales significativas. La prolongación del conflicto en Ucrania se ve respaldada por el apoyo militar de Estados Unidos, mientras que la guerra en Gaza tiene ramificaciones que se extienden a países como Líbano, Yemen, Siria e Irán, con Estados Unidos defendiendo a su firme aliado, Israel.
A estas tensiones se suman las amenazas de Corea del Norte hacia Corea del Sur, la posible invasión china a Taiwán y los recientes enfrentamientos entre Guyana y Venezuela por el territorio de Esequibo. ¿Estamos al borde de un sismo geopolítico?
El año 2024 alberga más de 50 procesos electorales en todo el mundo, incluyendo potencias como Rusia y Estados Unidos, y países latinoamericanos como El Salvador, México y Venezuela. Estos eventos, coincidiendo con los conflictos vigentes, podrían influir en decisiones no solo basadas en intereses estatales, sino también en consideraciones internas y de percepción pública.
En el contexto americano, se aguarda un cambio radical. La administración actual de Estados Unidos ha adoptado una política exterior complaciente hacia regímenes comunistas en el hemisferio, comprometiendo su postura frente al caótico panorama energético y cediendo considerablemente ante el régimen venezolano. La falta de señales legítimas de transición a la democracia por parte de la dictadura de Maduro, con aproximadamente 300 prisioneros políticos y la continua aplicación de tortura a disidentes, plantea la necesidad urgente de un cambio administrativo para América Latina y la región en su conjunto.
Sin embargo, el cambio en Estados Unidos no solo es crucial para la región, sino también a nivel interno. Las políticas progresistas han generado un aumento en la criminalidad y una crisis de opioides sin precedentes en las principales ciudades del país, en contraposición a los valores tradicionales. Las encuestas sitúan a Trump como un candidato preferido, aunque la posibilidad de interferencia judicial o mecanismos unilaterales de algunos estados demócratas para evitar su candidatura plantea un escenario peligroso.
En América Latina, las reformas anunciadas en Argentina bajo la figura de Milei generan interés regional. Si bien se anticipan efectos inmediatos, podrían ser aprovechados por grupos de izquierda para desestabilizar, aunque si el país logra mantenerse firme, podría convertirse en un modelo económico ejemplar para la región.
El acuerdo entre Estados Unidos y el régimen de Maduro para celebrar elecciones en Venezuela genera escepticismo. La suspensión de la inhabilitación de María Corina Machado, candidata de la oposición, y su plan para crear una red de 600.000 personas como apoyo electoral podría abrir una ventana importante de expresión civil en años de letargo.
El 2024 permanece como un misterio en cuanto a sus desenlaces, pero los acontecimientos de este año tienen el potencial de alterar profundamente el curso global desde sus mismos fundamentos.
Julio César Rivas
A estas tensiones se suman las amenazas de Corea del Norte hacia Corea del Sur, la posible invasión china a Taiwán y los recientes enfrentamientos entre Guyana y Venezuela por el territorio de Esequibo. ¿Estamos al borde de un sismo geopolítico?
El año 2024 alberga más de 50 procesos electorales en todo el mundo, incluyendo potencias como Rusia y Estados Unidos, y países latinoamericanos como El Salvador, México y Venezuela. Estos eventos, coincidiendo con los conflictos vigentes, podrían influir en decisiones no solo basadas en intereses estatales, sino también en consideraciones internas y de percepción pública.
En el contexto americano, se aguarda un cambio radical. La administración actual de Estados Unidos ha adoptado una política exterior complaciente hacia regímenes comunistas en el hemisferio, comprometiendo su postura frente al caótico panorama energético y cediendo considerablemente ante el régimen venezolano. La falta de señales legítimas de transición a la democracia por parte de la dictadura de Maduro, con aproximadamente 300 prisioneros políticos y la continua aplicación de tortura a disidentes, plantea la necesidad urgente de un cambio administrativo para América Latina y la región en su conjunto.
Sin embargo, el cambio en Estados Unidos no solo es crucial para la región, sino también a nivel interno. Las políticas progresistas han generado un aumento en la criminalidad y una crisis de opioides sin precedentes en las principales ciudades del país, en contraposición a los valores tradicionales. Las encuestas sitúan a Trump como un candidato preferido, aunque la posibilidad de interferencia judicial o mecanismos unilaterales de algunos estados demócratas para evitar su candidatura plantea un escenario peligroso.
En América Latina, las reformas anunciadas en Argentina bajo la figura de Milei generan interés regional. Si bien se anticipan efectos inmediatos, podrían ser aprovechados por grupos de izquierda para desestabilizar, aunque si el país logra mantenerse firme, podría convertirse en un modelo económico ejemplar para la región.
El acuerdo entre Estados Unidos y el régimen de Maduro para celebrar elecciones en Venezuela genera escepticismo. La suspensión de la inhabilitación de María Corina Machado, candidata de la oposición, y su plan para crear una red de 600.000 personas como apoyo electoral podría abrir una ventana importante de expresión civil en años de letargo.
El 2024 permanece como un misterio en cuanto a sus desenlaces, pero los acontecimientos de este año tienen el potencial de alterar profundamente el curso global desde sus mismos fundamentos.
Julio César Rivas
2024 Geopolitical Landscape
The beginning of 2024 witnesses two significant conflicts: the Russian invasion of Ukraine and Israel's War against terrorism in Gaza. These conflicts, affecting Europe and the Middle East respectively, carry significant regional and global implications. The prolonged Ukrainian conflict is backed by military support from the United States, while the Gaza war has ramifications extending to countries like Lebanon, Yemen, Syria, and Iran, with the United States defending its staunch ally, Israel.
Adding to these tensions are North Korea's threats against South Korea, the potential Chinese invasion of Taiwan, and recent disputes between Guyana and Venezuela over the Esequibo territory. Are we on the brink of a geopolitical earthquake?
The year 2024 hosts over 50 electoral processes globally, including in powerful nations like Russia and the United States, and Latin American countries such as El Salvador, Mexico, and Venezuela. These events, coinciding with ongoing conflicts, could impact decisions not only based on state interests but also on internal and public perception considerations.
In the American context, a radical change is anticipated. The current U.S. administration has embraced a compliant foreign policy towards communist regimes in the hemisphere, compromising its stance amidst chaotic energy scenarios and significantly yielding to the Venezuelan regime. The lack of legitimate signals of transition to democracy from Maduro's dictatorship, with around 300 political prisoners and the ongoing torture of dissidents, underscores the urgent need for administrative change in Latin America and the region as a whole.
However, the change in the United States is critical not only regionally but also internally. Progressive policies have led to increased crime and an unprecedented opioid crisis in major U.S. cities, contrary to traditional values. Surveys position Trump as a favored candidate, though the possibility of judicial interference or unilateral mechanisms from certain Democratic states to prevent his candidacy poses a dangerous scenario.
In Latin America, the announced reforms in Argentina under the figure of Milei spark regional interest. While immediate effects are anticipated, these reforms could be exploited by leftist groups for destabilization. If Argentina manages to weather the storm, it could potentially become an exemplary economic model for the region.
The agreement between the United States and Maduro's regime to hold elections in Venezuela raises skepticism. The suspension of the disqualification of opposition candidate María Corina Machado and her plan to create a network of 600,000 people as electoral support could open a significant window for civil expression after years of dormancy.
The outcomes of 2024 remain a mystery, but the events unfolding this year have the potential to profoundly alter the global trajectory from its very foundations.
Julio César Rivas
Adding to these tensions are North Korea's threats against South Korea, the potential Chinese invasion of Taiwan, and recent disputes between Guyana and Venezuela over the Esequibo territory. Are we on the brink of a geopolitical earthquake?
The year 2024 hosts over 50 electoral processes globally, including in powerful nations like Russia and the United States, and Latin American countries such as El Salvador, Mexico, and Venezuela. These events, coinciding with ongoing conflicts, could impact decisions not only based on state interests but also on internal and public perception considerations.
In the American context, a radical change is anticipated. The current U.S. administration has embraced a compliant foreign policy towards communist regimes in the hemisphere, compromising its stance amidst chaotic energy scenarios and significantly yielding to the Venezuelan regime. The lack of legitimate signals of transition to democracy from Maduro's dictatorship, with around 300 political prisoners and the ongoing torture of dissidents, underscores the urgent need for administrative change in Latin America and the region as a whole.
However, the change in the United States is critical not only regionally but also internally. Progressive policies have led to increased crime and an unprecedented opioid crisis in major U.S. cities, contrary to traditional values. Surveys position Trump as a favored candidate, though the possibility of judicial interference or unilateral mechanisms from certain Democratic states to prevent his candidacy poses a dangerous scenario.
In Latin America, the announced reforms in Argentina under the figure of Milei spark regional interest. While immediate effects are anticipated, these reforms could be exploited by leftist groups for destabilization. If Argentina manages to weather the storm, it could potentially become an exemplary economic model for the region.
The agreement between the United States and Maduro's regime to hold elections in Venezuela raises skepticism. The suspension of the disqualification of opposition candidate María Corina Machado and her plan to create a network of 600,000 people as electoral support could open a significant window for civil expression after years of dormancy.
The outcomes of 2024 remain a mystery, but the events unfolding this year have the potential to profoundly alter the global trajectory from its very foundations.
Julio César Rivas
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