sábado, 8 de octubre de 2016

Oasis de Esperanza

(Opinión)

 Llevo años dedicando parte importante de mis días a recorrer las regiones de mi país, en estos meses compartiendo experiencias para intentar organizar a la sociedad civil y esta pueda asumir el deber que la historia le está dando. 

Pero hoy no hablaremos de lo que hago, en lugar de eso compartiré lo que vi en un solo trayecto, aterrizando en Barcelona, rodando a Maturin y desde allí a Puerto Ordaz. Lugares, gente y comportamientos que están definiendo la cultura de este nuestro país de ahora.

UN REGALO

En Barcelona hice solo una pausa para dormir, el vuelo aterrizó en esta ciudad y al otro día debía viajar por tierra, no había hecho reservación, pero me dirigí al hotel donde regularmente me hospedo cuando me toca Anzoategui. Una vez en recepción, me informan que por el inicio de la temporada de béisbol, las habitaciones estaban ocupadas, solo quedaba una suite y no habían habitaciones dobles que era lo que estaba buscando. Pregunte por la suite y el precio aún me lo permitía el prepuesto que tenía destinado para aquella noche, pero llego un militar y este tuvo prioridad. En los hoteles Venetur cualquier enchufado se te colea y no tienes oportunidad de reclamar.

El recepcionista me dice que hay otra habitación que un compañero de trabajo tiene reservada: "pero imagínate si te la doy y el llega en la madrugada, ¿cómo hacemos?". Este muchacho iniciaba insinuaciones que chocaron de inmediato con la seriedad de mis gestos y un llamado a la ubicación, quizás sus jornadas laborales están llenas de chanceo. Ya viendo que por donde apuntó no tenía oportunidad, me dice "Sr Rivas le voy hablar claro, mi amigo me dio esa habitación de regalo, yo se la puedo asignar si usted me da extra 10.000 bolívares en efectivo". Nueve y media de la noche, hoteles abarrotados, no tenía otra opción que pagar una habitación de hotel bachaqueada cuál harina de maíz.

LOS HUESOS

Desperté en Barcelona y de allí salí a Maturin, las mechas de las petroleras que semanas antes había visto desde el aire, hoy eran el paisaje de aquellas rectas carreteras donde se pierde el horizonte. El petróleo que brota de la tierra hace contraste con los cráteres que aparecen en la vía y te mantienen despierto en constate zigzagueo.

Una vez concluida la jornada de formación que me llevó a esta ciudad, un amigo y quien fue nuestro anfitrión, nos llevó a comer al Monagas Plaza, elegimos pollo Arturo, ese que se come con las manos y te deja los dedos llenos de grasa. Por haber desayunado muy temprano, le buscaba a aquellas piezas cualquier reducto de sabor, incluso llegue a masticar los huesos. Justo en ese instante, una señora bastante mayor apareció en nuestra mesa con una bolsa plástica color azul, y nos dijo: "Disculpen la molestia, serían tan amables de darme los huesitos". No nos pidió dinero, no nos pidió comida, nos pidió las sobras de nuestros huesos que ya ni sabor tenían. Una vida larga que concluye en la más profunda miseria, ¿Por qué, por qué los abuelos de Venezuela tienen que comer como perros?.

UN RESUELVE

Haciéndome preguntas y conversando sobre ello con quienes se unían al viaje en un carro por puesto, llegamos a Puerto Ordaz. De allí me fui directo al aeropuerto a intentar conseguir un boleto aéreo para mi regreso. Todo estaba full y el personal de todas las taquillas aéreas me trataron de forma indiferente y hasta grosera.

Salí del sitio molesto y le comente esto al taxista, este me dijo: "La gente está molesta porque agarraron a un pendejo que se pasó de boleta". Se refería a un empleado de Aeropostal que fue pillado robando una cantidad de dinero en efectivo que un pasajero llevaba en la maleta. El personal estaba molesto con la policia aeroportuaria por haber sacado a su compañero de trabajo con las manos esposadas. Quizás querían que lo sacaran con alfombra roja y aplausos por su hazaña.

Lo del robo de maletas no me extrañaba, por eso yo siempre llevo lo justo en una maleta de mano. Lo que sí me llamaba la atención era la posición del taxista. "Ese muchacho cayó por bobo, yo sé lo dije. El estaba pasado de boleta, en vez de agarrarle un perfume a los chinos que llevan varios en el equipaje, le agarraba el perfume a quien llevaba uno solo y de paso los vendía ya usados con precio de las villas". El taxista no condenaba al ladrón por ladrón si no por la forma en que robaba. Si Robin Hood viviera en Venezuela tuviera muchos fans. "En este país la cosa está difícil por eso uno siempre tiene que buscar un resuelve, pero este carajo se boleteo" me dijo de nuevo el chofer del taxi, al oír sus argumentos quitaba mi celular de su vista y tenía mi mano en modo de alerta máxima en la manilla, no sea que la forma de resolver de este taxista sea atracando a un pasajero. Normal pues.

UN OASIS

A la mañana siguiente debía dictar un foro en Puerto Ordaz, por tanto debía buscar donde quedarme. La pernocta en Barcelona fue más de lo que había planeado, por tanto debía buscar un lugar sencillo, pero por experiencia anterior quería que esta vez fuera cerca del aeropuerto. Como preguntando se llega lejos, a cada lugar que iba le pedía a la gente recomendación. Siempre me nombraron la posada Waipa, así que allí fui.

Al llegar me atendieron con una sonrisa y un Buenas Noches, sentía de nuevo que me ofrecían un servicio y no un favor, como creen muchos de los que tratan con público. Quedaba una sola habitación y fue la que me dieron a mi, amplios pasillos, habitaciones limpias y bien equipadas, y en el centro de la posada un enorme patio tal cual casa colonial. Allí una piscina/jacuzzi que te invita a escapar del calor y como si esto no bastara una terraza en el segundo piso con un restaurant impecable, que junta lo rústico de una casa colonial con una cocina abierta, donde ves el esfuerzo de la chef por hacerte sentir bien con los sabores de su tierra y presentaciones de platos Gourmet al alcance de nuestros golpeados bolsillos. 

Nuestra cena costo el equivalente a una McNifica de la cadena americana, la diferencia es que esta era con pan hecho en el sitio y a nuestra vista, la carne era un asado negro y sobre este unos plátanos dulces que hacían explosión de sabores en tu paladar, acompañadas de papas rústicas servida en madera con pinceladas de salsa pesto. Comí y dormí como rey. 

Al otro día me fui a la presentación y deje mi cartera en el mueble del lobby, llame para ver si allí estaba a lo que me respondieron que si, al regresar me la entregaron con todas mis tarjetas y cada uno de los centavos que tenía.

En definitiva termine mi jornada, en un lugar excelente, que me ayudó a no deprimirme. Porque aunque nuestra situación sea bastante oscura, aún quedan oasis de esperanza, de gente que trabaja, de gente que se esfuerza y que hacen resistencia a los antivalores que buscan ganar terreno.

Julio César Rivas

@JULIOCESARRIVAS


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